«No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?». Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí»». Juan 14: 1-6
FRENTE A LA MULTITUD de los redimidos se encuentra la ciudad santa. Jesús abre ampliamente las perlinas puertas, y entran por ellas los que guardaron la verdad. Allí contemplan el paraíso de Dios, el primigenio hogar de Adán y Eva. Luego se oye aquella voz, más armoniosa que cualquier música que haya acariciado jamás el oído de los seres humanos, y que dice: «El conflicto ha terminado. «Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo» (Mat. 25: 34, NVI)».— El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 628-629.
Después vi un gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, cuyo nombre estaba inscrito en ellas. A medida que Jesús pedía las coronas, los ángeles se las presentaban y con su propia diestra amorosa Jesús las colocaba sobre la cabeza de los santos. Asimismo los ángeles trajeron arpas y Jesús las presentó a los santos. Los caudillos de los ángeles preludiaban la nota del cántico que era luego entonado por todas las voces en agradecida y dichosa alabanza. Todas las manos pulsaban hábilmente las cuerdas del arpa y dejaban oír melodiosa música en fuertes y perfectos acordes.
Después vi que Jesús conducía a los redimidos a la puerta de la ciudad; y al llegar a ella la hizo girar sobre sus relumbrantes goznes, y mandó que entraran todos aquellos que guardaron la verdad. Dentro de la ciudad había todo lo que pudiera agradar a la vista. Por todas partes los redimidos contemplaban una excelsa gloria.— Primeros escritos, cap. 69, p. 347.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «PARA FAMILIARIZARNOS CON LAS OBRAS DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez