«… en todo damos muestras de que somos siervos de Dios […] por nuestra pureza de vida, por nuestro conocimiento de la verdad, por nuestra tolerancia y bondad, por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, por nuestro amor sincero.» 2 Corintios 6:4-6, DHH
Bo entró en el comedor del colegio, se sentó y abrió la bolsa con su almuerzo. Nadie más se sentó en esa mesa. Otra vez comenzó a comer solo. Bo era autista, lo cual significaba que le costaba comunicarse con otros niños. De tanto en tanto, movía los brazos como si fueran alas. Él era lo suficientemente raro como para que nadie se sentará con él ni fuese su amigo.
Hasta ese día. Un muchacho universitario con camiseta deportiva se sentó a su lado. «¿Puedo sentarme aquí?», preguntó amablemente, apoyando su plato con dos porciones de pizza.
«Seguro, ¿por qué no?», respondió Bo. Comenzaron hablar, y Bo descubrió que estaba con Travis Rudolph, que entonces era el receptor del equipo de fútbol americano Siminoles, del Estado de Florida. Bo estaba asombrado. Le encantaba el equipo del Estado de Florida. Estaba teniendo un almuerzo espectacular.
Desde un costado, un adulto sacó una foto y se la mandó a la mamá de Bo. «¿Quién está comiendo con mi hijo?», preguntó ella.
«Solo una estrella de fútbol americano», fue la idea detrás de la respuesta.
Esto hizo que la madre se alegrara tanto que rompió en llanto. Su hijo no tenía que comer solo ese día.
La mamá compartió la foto en Facebook, y pronto la historia del jugador de fútbol americano amable apareció en sitios web deportivos. Sin querer, Travis Rudolph captó la atención de la prensa de todo el mundo. «Solo quería saludar al niño, porque lo vi comiendo solo», le dijo a BBC.com. «Ni sabía que alguien había tomado una foto».
Parece que Travis anotó un gol sin siquiera saber que tenía la pelota.