«A Dios no podemos compararlo con nada ni con nadie. No puede ser representado con ninguna imagen. Los escultores fabrican estatuas, los joyeros las recubren de oro […] y se lo llevan a un artesano; pero este, por más hábil que sea, hace un ídolo que ni pararse puede. ¡Pero a Dios no podemos compararlo con ninguna de estas imágenes! Ustedes saben muy bien, y ya lo han oído decir, que Dios tiene su trono muy por encima del cielo. Desde allí, Dios nos ve como sí fuéramos insectos. Dios extiende el cielo como un toldo, lo levanta como una carpa para vivir en ella». Isaías 40: 18-22, TLA
AQUEL QUE GOBIERNA EN LOS CIELOS ve el fin desde el principio. Aquel en cuya presencia los misterios del pasado y del futuro son manifiestos, más allá de la angustia, las tinieblas y la ruina provocadas por el pecado, contempla la realización de sus propios designios de amor y bendición. Aunque haya «nubes y oscuridad alrededor de él; justicia y juicio son el cimiento de su trono» (Sal. 97: 2). Esto lo entenderán algún día todos los habitantes del universo, tanto los leales como los desleales; pues “El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectos. Es un Dios de verdad y no hay maldad en él; es justo y recto» (Deut. 32: 4) — Patriarcas y profetas, cap. Lp. 21.
Dios es nuestro Padre, y nos ama y nos protege como hijos suyos; y es también el gran Rey del universo. Los principios y valores de su reino son los nuestros; y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que se desarrollen.— El discurso maestro de Jesucristo, cap. 5, p. 165, adaptado.
Para santificar el nombre del Señor se requiere que las palabras que empleamos al hablar del Ser Supremo sean pronunciadas con reverencia. «¡Su nombre es santo e imponente!» (Sal. 111:9, NVI). Nunca hemos de mencionar con liviandad los títulos ni los apelativos de la Deidad.
Por la oración penetramos hasta la sala de audiencia del Altísimo y hemos de comparecer ante él con todo respeto: Los ángeles velan sus rostros en su presencia. Los querubines y los esplendorosos y santos serafines se acercan a su trono con solemne reverencia. ¡Cuánto más debemos nosotros, seres finitos y pecadores, presentarnos con la máxima reverencia delante del Señor, nuestro Creador!— Ibíd., p. 163.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «PARA FAMILIARIZARNOS CON LAS OBRAS DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez