«La ira es cruel, y el furor es impetuoso, pero ante la envidia, ¿quién puede sostenerse?» (Proverbios 27:4).
El pueblo de Israel fue liberado de Egipto y conducido hasta la tierra de Canaán para establecer como una nación que proclamara el evangelio y fuera una buena influencia para sus vecinos. Sin embargo, con el paso del tiempo, los israelitas se sintieron atraídos por varias costumbres cananeas, especialmente en cuestiones de adoración. Al respecto, Dios pidió a su pueblo no imitar las formas de adoración de sus vecinos: «Ante tus propios ojos el Señor tu Dios exterminará a las naciones que vas a invadir y desposeer. Cuando las hayas expulsado y te hayas establecido en tierra, después de haberlas destruido cuídate de no seguir su ejemplo y caer en la trampa de inquirir acerca de sus dioses. No preguntes: ‘¿Cómo adoraban estas naciones a sus dioses, para que yo pueda hacer lo mismo? No adorarás de esa manera al Señor tu Dios, porque al Señor le resulta abominable todo lo que ellos hacen para honrar a sus dioses. ¡Hasta quemaban a sus hijos e hijas en el fuego como sacrificios a sus dioses! Cuídate de poner en práctica todo lo que te ordeno, sin añadir ni quitar nada» (Deuteronomio 12:29-32, NVI. Énfasis del autor). Lo anterior conlleva tres grandes verdades:
No es recomendable indagar la forma en la que otros credos alaban a Dios para luego imitarlos. El culto cananeo estaba lleno de elementos que fascinaban los sentidos debido a su espectacularidad, además de varias prácticas inmorales. Dichas prácticas se originaban en un concepto equivocado de la naturaleza divina.
Algunas formas de adoración no agradan a Dios. Los cananeos sacrificaban a los niños en sus cultos (los pasaban por fuego) y practicaban la prostitución sagrada, entre otras perversiones. ¿Qué tenía que ver el pueblo de Dios con todo esto?
Debemos obedecer las ordenanzas divinas sin agregar o quitar los elementos fundamentales. Este es un camino más seguro, especialmente en estos tiempos.
A veces parece como si muchos jóvenes tuvieran envidia de cómo otros grupos cristianos adoran al Señor. Sugieren algunas prácticas que solo imitan otras formas de adoración. Pero no hay creatividad ni una explicación para las mismas. Solo se trata de imitar por imitar y mostrar algo «novedoso». No obstante, una verdadera adoración es el resultado de una sólida relación con Dios, quien tarde o temprano te muestra el camino por donde debes andar (Salmo 25).
Pide hoy al Señor que te ayude a ofrecerle una adoración genuina, fruto de un profundo conocimiento de su Palabra.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2020 «Una Nueva Versión de Ti» Por: Alejandro Medina Villarreal Colaboradores: Israel Esparza & Ulice Rodriguez