«Yo sé que no debo jugar con fósforos, pero quiero saber cómo se puede hacer una llama», pensó Enrique, mientras estaba en el granero con una caja de fósforos en la mano.
Así que raspó uno en la caja, tal como había visto que lo hacían los adultos.
Pero se asustó mucho cuando sintió el calor en los dedos y arrojó el fósforo al piso.
Todo comenzó a arder rápidamente, y las llamas asustaron mucho a Enrique. Sin saber qué hacer, Enrique gritó muy fuerte pidiendo ayuda. Afortunadamente, su vecino lo escuchó y fue a apagar el fuego.
¿Y yo?
Nunca debes jugar con fósforos.
Mi oración para hoy
Muchas gracias, Señor, porque usas a las personas para socorrerme.