El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. 1 Juan 2:6, RV60.
«Jesús mismo, cuando habitó entre los seres humanos, oraba frecuentemente. Nuestro Salvador se identificó con nuestras necesidades y flaquezas, al convertirse en un suplicante que imploraba de su Padre nueva provisión de fuerza, para avanzar vigorizado hacia el deber y la prueba. Él es nuestro ejemplo en todas las cosas. […] Su humanidad hizo de la oración una necesidad y un privilegio. Encontraba consuelo y gozo en la comunión con su padre. Y si el Salvador de los seres humanos, el Hijo de Dios, sintió la necesidad de orar, ¿cuánto más nosotros, débiles mortales, manchados por el pecado, deberíamos sentir la necesidad de orar con fervor y constancia?» (El camino a Cristo, cap. 11, pp. 138-139). Obviamente, nosotras tenemos mucha más necesidad; sobre todo de aprender a orar como Jesús oraba, puesto que él es nuestro ejemplo.
Los discípulos estaban acostumbrados a ver a Jesús orando y sabían que de esa vida de oración provenía su poder; así que, en una ocasión, «aconteció que estaba Jesús orando en un lugar» (Luc. 11:1, RV60) y le pidieron: «Señor, enséñanos a orar. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal» (Luc 11:1-4, RV60). Veamos las claves de la oración que Jesús nos enseñó:
>Ten intimidad con Dios, tu «Padre». Eso es la oración, un momento de comunicación íntima con el Padre celestial.
> Discierne quién es él y quién eres tú, pues su nombre es santo mientras que nosotras somos seres creados.
> Pide primero por las cosas celestiales, sobre todo, por la salvación.
> A la hora de presentar tus peticiones, ten en cuenta que lo mejor para ti es que se haga su voluntad, pues él es quien realmente sabe lo que te conviene.
> Pídele que provea tus necesidades materiales mientras tú te centras en vivir una vida de fe que le dé honra.
> Pídele que te enseñe a practicar el perdón, para que él también te perdone.