Cuando los seres humanos cantan con el espíritu y el entendimiento, los músicos celestiales recogen el acorde y se unen en el canto de acción de gracias. Aquel que nos ha otorgado todos los dones que nos habilitan para ser obreros juntamente con Dios espera que sus siervos cultiven sus voces para que puedan hablar y cantar en forma que todos entiendan. No se necesita cantar fuerte, sino con entonación clara, pronunciación correcta y dicción distinta. Dediquen todos tiempo al cultivo de la voz para que la alabanza a Dios pueda ser cantada en tonos suaves, claros, y no con un tono chillón o rudo que ofenda el oído. La habilidad para cantar es don de Dios; usadla para su gloria.
En las reuniones que se realicen, escójase cierto número de personas para que participe en el servicio de canto. Y sea acompañado el canto con instrumentos musicales hábilmente tocados. No nos hemos de oponer al uso de la música instrumental en nuestra obra. Esta parte del culto debe ser cuidadosamente dirigida, pues es la alabanza a Dios por medio del canto.
No siempre ha de ser practicado el canto por unos pocos. Con la frecuencia posible, debe cantar toda la congregación.—Testimonios para la Iglesia 9:143, 144.