«Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que está en problemas»(Ecl. 4:9, 10, NTV).
La familia Gongol iba en un vuelo de Iowa a Colorado luego de visitar a sus familiares para Navidad. Pero ese resultó no ser un vuelo normal.
Media hora después del despegue, los motores del Boeing 737 se apagaron y la aeronave comenzaba a girar. Por el sistema de altoparlantes, una azafata preguntó si había algún médico a bordo. Se oyeron más pedidos de asistencia médica, y la familia Gongol vio que las azafatas iban de prisa hacia la primera clase.
Alguien en el frente del avión estaba en problemas. Pero ¿quién? Entonces, se oyó otro mensaje por los parlantes: «¿Hay algún piloto no comercial a bordo?».
Inmediatamente, Mark Gongol se dio cuenta de que el que tenía problemas era el piloto. Miró a su esposa. Ella asintió, y él fue a prestar ayuda. Al llegar a la cabina, vio que cuatro azafatas estaban atendiendo al capitán de la aeronave, que parecía estar sufriendo un ataque cardíaco.
—¿Quién es usted? -preguntó la mujer que estaba sentada en el asiento del copiloto.
—Soy piloto —respondió Mark.
—¿Qué tipo de aviones pilotas? —preguntó ella.
—Soy de la Fuerza Aérea. Vuelo bombarderos 8-1.
La entrevista de trabajo había terminado.
—Tome asiento —dijo la copiloto.
El nuevo capitán le indicó entonces que se ocupara de la radio y las listas de control mientras hacían un aterrizaje de emergencia en Omaha. Los dos estaban atareados con la presión de la cabina, el control de tráfico aéreo y programando el piloto automático. A unos 150 metros, la copiloto tomó el control absoluto y aterrizó el Boeing 737 sin ningún tipo de contratiempo.
El piloto finalmente se recuperó y todo el episodio terminó con sonrisas. Mark fue una de las personas que hizo que ese final feliz fuera posible. Pero la copiloto fue una heroína a su manera. Ella tenía la capacidad de aterrizar el avión sola; sin embargo, no fue tan orgullosa como para no pedir ayuda, lo cual ayudó a garantizar la seguridad de todos los que estaban a bordo. Se necesitaron dos tipos de héroes ese día: uno que estuvo dispuesto a ayudar, y uno con la humildad de pedir ayuda. Kim