El lector puede tener trato con los patriarcas y profetas; puede moverse a través de las escenas más inspiradoras; puede contemplar a Cristo, el Monarca del cielo, igual a Dios, que tomó la forma humana y realizó el plan de redención, quebrantando las cadenas con que Satanás había atado al hombre y haciendo posible para éste recobrar su condición de hombre hecho a la imagen de Dios. El hecho de que Cristo adoptara la naturaleza humana, y se mantuviera al nivel del hombre durante treinta años, y entonces ofrendara su alma en propiciación por el pecado para que el hombre no pereciese, constituye un tema digno del más profundo pensamiento y del más concentrado estudio…
Una vez que la mente haya abarcado las estupendas verdades de la revelación no hallará más satisfacción en emplear sus facultades en los temas frívolos; se apartará con disgusto de la literatura despreciable y de los entretenimientos ociosos que desmoralizan a la juventud de hoy. Los que han tenido comunión con los poetas y sabios de la Biblia, y cuyas almas han sido conmovidas por los hechos gloriosos de los héroes de la fe, saldrán de los ricos campos del pensamiento mucho más puros de corazón y elevados de mente que si se hubiesen ocupado en estudiar los más célebres autores seculares o en contemplar y glorificar las hazañas de los Faraones y Herodes y Césares del mundo.
Las facultades de los jóvenes están mayormente adormecidas porque ellos no hacen del temor de Dios el principio de la sabiduría. El Señor dio a Daniel sabiduría y conocimiento porque él no quiso ser influido por ningún poder que se interpusiese entre él y sus principios religiosos. La razón porque tenemos tan pocos hombres intelectuales, de estabilidad y verdadero valor, es que ellos creen hallar grandeza desligándose del cielo.
Los hijos de los hombres no temen, ni aman, ni honran a Dios. No se hace de la religión tanto una práctica como una profesión. El Señor puede hacer poco por el hombre porque éste se exalta fácilmente y está muy dispuesto a considerarse importante. Dios quisiera que mejoráramos nuestras aptitudes, y nos valiéramos de cada privilegio para desplegar, cultivar y fortalecer el entendimiento. El hombre nació para vivir una vida más elevada y noble que la que vive. El período de nuestra existencia mortal es preparatorio para la vida comparable a la vida de Dios