Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Lucas 23:34.
Perdonar o no perdonar, esa es la cuestión. Hoy, el asunto del perdón es difícil de enfocar correctamente. Pongamos por ejemplo el caso de las mujeres. En épocas pasadas, el peor estigma social que podía cargar una mujer era estar divorciada; hoy es peor estigma perdonar a un esposo infiel y tomar la decisión de seguir con él. La mujer que sigue ese camino, se enfrenta a la incomprensión de familiares y amigos, que la consideran débil por no tomar la decisión de separarse. Pero la mujer que lo está viviendo sabe que esa es una mala interpretación, porque sabe cuánto valor moral y fuerza espiritual hacen falta para tomar la decisión de perdonar, restaurar y seguir adelante.
Perdonar no es ser débil, aunque la cultura actual nos quiera hacer pensar así. Desde el punto de vista bíblico, es rotundamente falso. Piensa en Jesús, por ejemplo. ¿Ha existido ser humano más fuerte que él, moral y espiritualmente? Sin embargo, fue capaz de perdonar ¡¡¡a sus verdugos!!!, pues se daba cuenta de que no entendían lo que estaban haciendo.
Cuando alguien nos ha hecho daño, nos preguntamos si merece nuestro perdón. Pero no se trata de merecer sino de liberar; liberar al otro dé tu rencor y a ti de llevar esa carga. «Perdón» viene del latín per donare, que significa «regalar totalmente». Lo que se regala es libertad y una oportunidad para redimir. Perdonar es un acto de generosidad y de aceptación de la naturaleza humana, tan tendiente a equivocarse. Perdonar es un proceso que, según los psicólogos, incluye las siguientes fases:
> Aceptar lo ocurrido. No se trata de perdonar por miedo a perder a la persona, ese sería un motivo erróneo. Se trata de aceptar lo vivido, reconocer la causa del dolor y tomar la decisión de seguir adelante.
> Ponernos en el lugar de la otra persona, intentando comprender sus razones.
Tal vez nos sorprenderemos pensando que nosotras no hubiéramos actuado muy diferente. Eso ayuda en el proceso del perdón.
> Recordar que a nosotras nos han perdonado otras personas y eso ha sido vital para nuestra autoestima.
Perdonar es una decisión individual que se puede tomar con la ayuda de Dios, oración y diálogo. No es de débiles, es de valientes. Y te libera para seguir viviendo un cristianismo auténtico.