«Hay quienes tienen espadas por dientes y cuchillos por mandíbulas; para devorar a los pobres de la tierra y a los menesterosos de este mundo» (Prov. 30:14).
Estaba en la fila para pasar el control de seguridad del aeropuerto. Estaba a punto de llegar al escáner cuando vi que el señor que se encontraba delante de mí suspiró y miró a su esposa. Entonces, sacó una navaja del bolsillo, se la mostró a la esposa y la arrojó en el cubo de basura. Él sabía que los agentes de seguridad se la habrían quitado antes de permitirle pasar.
Entendí sus sentimientos. Yo había perdido dos navajas por causa de la seguridad de los aeropuertos. Tenían cuchillas diminutas que apenas eran suficientemente grandes para amenazar a un hámster, pero las reglas son las reglas.
La Biblia a menudo habla de cuchillos y espadas. Puede parecer extraño que Salomón compare la codicia con tener «espadas por dientes y cuchillos por mandíbulas». Me parece que ilustra perfectamente bien la idea de que la codicia hace que estemos dispuestos a lastimar a otros para obtener lo que queremos. Significa golpear a un niño en el colegio para llevarse su dinero o robarle sus costosas zapatillas.
Cuando un huracán se dirigía a Houston, Texas, una tienda de la zona cobraba 99 dólares por una botella de agua. Luego del huracán, el Servicio Comunitario Adventista distribuyó botellas de agua gratuitas a cientos de residentes damnificados. Esa es la diferencia entre la codicia y la compasión. Esa es la diferencia entre dientes como espadas y una mano extendida para ayudar. Kim