Me duele ver que muchos jóvenes que profesan la religión no saben lo que es un cambio de corazón. No experimentan una transformación del carácter. No se dan cuenta de que es una cosa solemne profesar ser cristianos. Su vida es enteramente inconsecuente con una actitud mental religiosa. Si pertenecieran al número de los que son realmente hijos e hijas de Dios, no estarían llenos de necedad, de broma y frivolidad; ni hallarían eco en ellos las observaciones y la conducta necias de otros. La mente que está resuelta a obtener el premio, a lograr el cielo, rechazará con propósito firme y determinado toda tentativa de bromear con las cosas religiosas.
La indiferencia respecto a este asunto encierra gran peligro; ninguna insensatez es tan sutil como la ligereza y la liviandad. Por todos lados vemos jóvenes de carácter frívolo. Deberían esquivarse los jóvenes de tal clase, pues son peligrosos. Si profesan ser cristianos, deben ser aún más temidos. Sus mentes han sido formadas en un molde inferior y será mucho más fácil para ellos haceros descender a su nivel, que para vosotros conducirlos a pensamientos elevados y ennoblecedores y a una conducta correcta. Elegid como compañeros a aquellos que observan el decoro en sus palabras y en su comportamiento.
Si queréis esforzaros en alto grado para manifestar las alabanzas de Dios, vuestros compañeros deben ser personas que os ayuden a tener presente la distinción entre lo sagrado y lo común. Si queréis tener puntos de vista amplios, aspiraciones y pensamientos nobles, escoged compañeros que fortalezcan los principios rectos. Tienda todo pensamiento y todo propósito a obtener la vida futura, que va acompañada de eterna felicidad (Youth’s Instructor, octubre 8, 1896).