La reverencia es muy necesaria en la juventud de hoy en día. Me alarma ver niños y jóvenes de padres religiosos, tan descuidados con el orden y la corrección que deberían observarse en la casa de Dios. Mientras los siervos de Dios presentan las palabras de vida a la gente, algunos están leyendo, otros cuchicheando y riendo. Pecan con los ojos al desviar la atención de los que los rodean. Este hábito, si no es reprimido, crecerá e influirá en otros.
Tanto los niños como los jóvenes nunca deben sentir que es motivo de orgullo ser indiferentes y descuidados en las reuniones donde se adora a Dios. Dios ve todo pensamiento o acto irreverente, y es registrado en los libros del cielo. “Yo conozco tus obras”(Apocalipsis 3:1) dice. Nada escapa a su mirada escrutadora. Si habéis formado en cualquier grado el hábito de la desatención e indiferencia en la casa de Dios, esforzaos por corregirlo y mostrad que tenéis respeto propio. Practicad la reverencia hasta que llegue a ser una parte de vosotros mismos.
No tengáis tan poca reverencia hacia la casa y el culto de Dios que converséis con otros durante el sermón. Si los que cometen esta falta pudiesen ver a los ángeles de Dios que los miran y toman en cuenta su acción se llenarían de vergüenza y de aborrecimiento propio. Dios quiere oidores atentos. El enemigo sembró la cizaña mientras el hombre dormía.
No debería tratarse con descuido e indiferencia nada que sea sagrado, que pertenezca al culto de Dios. Cuando se habla la palabra de vida, deberíais recordar que estáis escuchando la voz de Dios a través de su siervo delegado. No perdáis esas palabras por falta de atención; si las atendéis, impedirán que vuestros pies se extravíen por senderos equivocado.