<Éxo. 3: 14). Tal era la garantía de la liberación de Israel. Asimismo cuando vino “en semejanza de los hombres·; se declaró el Yo Soy. El Niño de Belén, el manso y humilde Salvador, es Dios, “manifestado en carne” (1 Tim. 3: 16). Y a nosotros nos dice: “Yo Soy el buen pastor”. “Yo Soy el pan vivo”. “Yo Soy el camino, y la verdad, y la vida”. ‘Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra’ (Juan 10: 11; 6: 51; 14: 6; Mat. 28: 18). “Yo Soy la seguridad de toda promesa”. “Yo Soy; no tengan miedo”. “Dios con nosotros” es la seguridad de nuestra liberación del pecado, la garantía de nuestro poder para obedecer la ley del cielo.
»Al condescender a tomar sobre sí la humanidad, Cristo reveló un carácter opuesto al carácter de Satanás. Pero se rebajó aún más en la senda de la humillación. “Hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2: 8). […] Cristo tomó forma de siervo, y ofreció sacrificio, siendo él mismo a la vez el sacerdote y la víctima. “Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él” (Isa. 53: 5).
»Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. El sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. […]
»Por su vida y su muerte, Cristo logró aún más que restaurar lo que el pecado había arruinado. Era el propósito de Satanás conseguir una eterna separación entre Dios y el hombre; pero en Cristo llegamos a estar más íntimamente unidos a Dios que si nunca hubiésemos pecado. Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper. A través de las edades eternas, queda ligado con nosotros. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito (Juan 3: 16). Lo dio no solo para que llevara nuestros pecados y muriera como sacrificio nuestro; lo dio a la especie caída. Para asegurarnos los beneficios de su inmutable consejo de paz, Dios dio a su Hijo unigénito para que llegara a ser miembro de la familia humana, y retuviera para siempre su naturaleza humana. Tal es la garantía de que Dios cumplirá su promesa. “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro”. Dios adoptó la naturaleza humana en la persona de su Hijo, y la llevó al más alto cielo. Es “el Hijo del hombre” quien comparte el trono del universo. Es “el Hijo del hombre” cuyo nombre será llamado: “Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isa. 9: 6). El Yo Soy es el Mediador entre Dios y la humanidad, que pone su mano sobre ambos. El que es “santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores”; no se avergüenza de llamarnos hermanos (Heb. 7: 26; 2: 11). En Cristo, la familia de la tierra y la familia del cielo están ligadas. Cristo glorificado es nuestro hermano. El cielo está incorporado en la humanidad, y la humanidad, envuelta en el seno del Amor Infinito».-ELENA G. DE WHITE, El Deseado de todas las gentes, cap.a1, pp.16-17
¿Qué aplicaciones prácticas te sientes motivado a realizar relacionadas con la abnegación y el amor desinteresado?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2020.
4to trimestre 2020 “Los Principios De La Educación”
Lección 5: «LA ABNEGACIÓN ES LA BASE DE TODO VERDADERO CRECIMIENTO«
Colaboradores: Hidai Juarez S & Misael Morillo