Una vez creada la tierra con su abundante vida vegetal y animal, fue introducido en el escenario el hombre, corona de la creación para quien la hermosa tierra había sido aparejada. A él se le dio dominio sobre todo lo que sus ojos pudiesen mirar; pues, «dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree… en toda la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen… varón y hembra los creó». Génesis 1:26, 27.
Aquí se expone con claridad el origen de la raza humana; y el relato divino está tan claramente narrado que no da lugar a conclusiones erróneas. Dios creó al hombre conforme a su propia imagen. No hay en esto misterio… Adán fue colocado como representante de Dios sobre los órdenes de los seres inferiores. Estos no pueden comprender ni reconocer la soberanía de Dios; sin embargo, fueron creados con capacidad de amar y de servir al hombre. El salmista dice: «Hicístelo enseñorear de las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: …Asimismo los las bestias del campo; las aves de los cielos… todo cuanto pasa por los senderos de la mar». Salmos 8:6-8(Historias de los patriarcas y profetas, pp. 24, 25).
Aunque todo cuanto el Señor había creado era perfecto y hermoso, y parecía que nada faltaba en la tierra creada por él para felicidad de Adán y Eva, les manifestó su gran amor al plantar un huerto especialmente para ellos. Parte del tiempo debían emplearlo en la placentera labor de cultivar ese huerto, y otra parte en recibir la visita de los ángeles, escuchar sus instrucciones y dedicarse a feliz meditación. Sus ocupaciones no eran fatigosas, sino agradables y vigorizantes. Ese hermoso huerto había de ser su hogar.
El Señor plantó árboles de todas clases en ese jardín, para brindar utilidad y dar belleza. Algunos de ellos estaban cargados de exuberantes frutos, de suave fragancia, hermosos a la vista y sabrosos al paladar, destinados por Dios para dar alimento a la santa pareja. Había hermosas vides que crecían erguidas, cargadas con el peso de sus frutos, diferentes de todo cuanto el hombre haya visto desde la caída. Estos eran muy grandes y de diversos colores: algunos casi negros, otros púrpura, rojo, rosa y verde claro. A los hermosos y exuberantes frutos que colgaban de los sarmientos de la vid se les llamó uvas. No se arrastraban por el suelo aunque no estaban sostenidas por soportes, pero los sarmientos se arqueaban bajo el peso del fruto. La grata tarea de Adán y Eva consistía en formar hermosas glorietas con los sarmientos de la vid y hacerse moradas con los bellos y vivientes árboles y el follaje de la naturaleza, cargados de fragantes frutos (La historia de la redención, pp. 21, 22)
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “LA EDUCACIÓN”
Lección 1: «LA EDUCACIÓN EN EL JARDÍN DEL EDÉN»
Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez