La forma más detestable del egoísmo induce al obrero a descuidar el aprovechamiento del tiempo y el cuidado de la propiedad cuando no está directamente bajo la mirada del patrón. Pero, ¿imaginan esos obreros que nadie nota sus descuidos, que no es registrada su infidelidad? Si pudiesen ser abiertos sus ojos verían que los observa un Vigilante y que todos sus descuidos son registrados en los libros del cielo. Los que son infieles con la obra de Dios, carecen de principios; los motivos que los impulsan no son aquellos que los inducirán a escoger lo recto bajo cualquier circunstancia. Los siervos de Dios han de sentir en todo momento que se hallan bajo la mirada del patrón. Aquel que observaba la fiesta sacrílega de Belsasar se halla presente en todas nuestras instituciones, en el despacho del comerciante, en el taller privado, y la mano pálida registra vuestro descuido tan ciertamente como registró el terrible castigo del rey blasfemo. La condenación de Belsasar fue escrita en letras de fuego: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”, y si vosotros dejáis de cumplir las obligaciones que Dios os ha dado, vuestra condenación será la misma.