«El Señor, nuestro Dios, es compasivo y clemente, aunque nos hayamos rebelado contra él, al no obedecer al Señor nuestro Dios, ni seguir las leyes que nos dio a través de sus siervos los profetas». Daniel 9: 9-10, LPH
NO FIJEMOS LA MIRADA EN NINGÚN ser humano, ni pongamos nuestra esperanza en ningún mortal, pensando que sea infalible; sino miremos a Jesús constantemente. No digamos nada que desacredite nuestra fe. Hemos de confesar nuestros pecados ocultos personalmente a Dios, admitiendo los desvaríos de nuestro corazón ante él, que sabe cómo atender cada caso perfectamente. Pero si hemos hecho daño a alguien, confesémosle a esa persona nuestra falta y mostremos el fruto de nuestro arrepentimiento haciendo restitución. Luego reclamemos la bendición divina. Vayamos a Dios tal como somos, y permitamos que él nos restaure. Presentemos con insistencia nuestro caso ante el trono de la gracia y él lo «llevará a feliz término» (Fil. 1: 6, LPH).
Hemos de ser totalmente sinceros al hacer autocrítica ante Dios. Si acudimos a él con verdadero arrepentimiento, el Señor nos dará la victoria. Entonces podremos dar un grato testimonio de libertad, expresando alabanzas a Aquel que nos «llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Ped. 2: 9, NVI). Él no malentiende a nadie ni lo juzga mal. Nadie puede absolver a ningún ser humano del pecado ni limpiarlo de iniquidad. Jesús es el único que puede brindar la paz; ya que nos «amó […] y se entregó a sí mismo por [nosotros]» (Efe. 5: 25). Su gran corazón de amor se compadece «de nuestras debilidades» (Heb. 4: 15).
¿Puede acaso haber algún pecado tan enorme que el Señor no lo pueda perdonar, alguien tan sumido en las tinieblas y tan oprimido por la iniquidad que él no lo pueda salvar? Nuestro Dios es misericordioso, y no busca ningún mérito en nosotros, sino que conforme a su bondad sin límites sana nuestras apostasías. «Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros»; pues él es «lento para la ira y grande en misericordia» (Rom. 5: 8; Sal. 86: 15; 103: 8; 145: 8).—Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 610, adaptado. Confesemos pues nuestros pecados a Dios, quien es el único capaz de perdonarlos, y confesémonos nuestras faltas unos a otros.— Ibld. , p. 600.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «FAMILIARIZÁNDONOS CON LA MISERICORDIA DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez