La religión de moda de la época ha amoldado en tal forma el carácter, que los jóvenes que profesan la religión de Cristo rara vez mencionan su nombre a sus compañeros. Conversan de muchos asuntos, pero no hacen del precioso plan de la redención un tema de conversación. Suponed que como cristianos prácticos cambiáramos este orden de cosas y mostráramos “las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. SiCristohabitaenel corazón por la fe, no podéis guardar silencio. Si habéis hallado a Jesús, seréis verdaderos misioneros. Habéis de ser entusiastas en este asunto, y hacer saber a los que no aprecian a Jesús, que lo habéis hallado precioso para vuestra alma, que él ha puesto en vuestra boca un cántico de alabanza a Dios.
Jóvenes amigos, ¿queréis empezar vuestra vida cristiana como quienes tienen en su corazón el calor del amor de Jesús? Nunca sabréis cuánto bien podéis hacer a los que no se consideran hijos de Dios, dirigiéndoles palabras tiernamente razonables y serias en cuanto a la salvación de sus almas. Por otra parte, quizá nunca sepáis, hasta el día del juicio, cuántas oportunidades de ser testigos de Cristo habéis dejado pasar sin aprovechar. Quizá nunca sepáis en este mundo el daño que habéis hecho a alguna alma por vuestros pequeños actos de frivolidad, vuestra conversación vulgar, vuestra liviandad, completamente inconsecuentes con vuestra santa fe.