Además el que es dado al vino es traicionero, hombre orgulloso, que no prosperará; ensancha como el seol su garganta y es insaciable como la muerte aunque reúna para sí todas las naciones y acapare para sí todos los pueblos. Habacuc 2:5.
La tolerancia es un componente muy peligroso de las adicciones: al habituarse la persona al consumo o conducta en cuestión, acaba recibiendo una recompensa menor. Por ello necesita una «dosis» mayor a fin de conseguir los efectos anteriores. Este fenómeno se observa con facilidad en el uso de medicamentos y drogas, pero no está limitado a las sustancias psicoactivas. También se da en otras adicciones como la comida (no es suficiente con un pedazo de pastel, sino que se necesita más) o el juego (no basta con apostar pequeñas cantidades, sino que han de arriesgarse sumas mayores).
El versículo de Habacuc ofrece una imagen aterradora de la adicción al vino y que también puede aplicarse a cualquier otra para ilustrar la tolerancia. «Es insaciable como la muerte», es decir, del mismo modo en que el seol es el destino inevitable del mortal, el vicioso no se sacia pues necesita más y más para alcanzar el estado de satisfacción inicial. Desafortunadamente, a medida que se aumenta la «dosis», la ley natural impone sus límites y el proceso quiebra causando desajustes físicos o mentales o hasta la muerte con ciertas «sobredosis».
Este concepto también puede aplicarse a la vida moral. La violación constante de un principio o la repetición de un pecado también puede causar tolerancia. Dios nos ha dado la conciencia para que evitemos los caminos que nos separan de él; pero las reiteradas violaciones pueden llegar a «cauterizarla» 1Timoteo 4:2), acallándola para que no nos moleste. Las Sagradas Escrituras nos presentan el ejemplo de Herodes que se entristeció (Mateo 14:9) cuando Salomé, hija de Herodías, su cuñada y amante, le pidió la cabeza de Juan el Bautista y tuvo que dársela para cumplir su promesa. Meses después, sin embargo, cuando Herodes juzgó a Jesús, su conciencia ya estaba desvanecida. «La conciencia de Herodes era mucho menos sensible que cuando tembló de horror al oír a Salomé pedir la cabeza de Juan el Bautista. Durante cierto tiempo, había sentido intenso remordimiento por su terrible acto; pero la vida licenciosa había ido degradando siempre más sus percepciones morales» (El Deseado de todas las gentes, cap. 77, p. 691).
Renueva hoy tu propósito de mantenerte fiel al Señor Jesús. Ora para que nunca des el paso hacia la tolerancia del pecado que puede acabar cauterizando tu conciencia, haciéndola insensible a la voz del Señor.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020 «Buena Medicina es el Corazón Alegre» Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Esther Jiménez