La obra médico-misionera presenta muchas oportunidades para servir. La intemperancia en el comer y la ignorancia de las leyes de la naturaleza son causa de gran parte de las enfermedades que existen y están robando a Dios la gloria que se le debe. La falta de negación de sí mismos incapacita a muchos del pueblo de Dios para alcanzar la elevada norma de espiritualidad que Dios pone delante de ellos. Enseñad a la gente que es mejor saber cómo mantenerse sano que cómo curar la enfermedad. Deberíamos ser educadores sabios, y amonestar a todos contra la complacencia propia. Al ver la desgracia, la deformidad y la enfermedad que se han extendido por el mundo como resultado de la ignorancia, ¿cómo podemos contenernos de hacer nuestra parte para alumbrar al ignorante y aliviar al doliente?
Muchos ignoran los principios del sano vivir porque las avenidas del alma han sido cerradas por el tirano Prejuicio. Se puede prestar un buen servicio enseñando a la gente cómo preparar alimentos sanos. Este ramo de la obra es tan esencial como cualquier otro que se emprenda. Se deberían establecer más escuelas de cocina, y algunos deberán trabajar de casa en casa, dando instrucciones en el arte de cocinar alimentos sanos. Muchos, muchos serán rescatados de la degeneración física, mental y moral mediante la influencia de la reforma pro salud (Review and Herald, junio 6, 1912).