«Cuando los hagan comparecer ante las sinagogas, los gobernantes y las autoridades, no se preocupen de cómo van a defenderse o de qué van a decir, porque en ese momento el Espíritu Santo les enseñará lo que deben responder» (Luc. 12:11, 12).
Pobre Neil. Estaba frente a una audiencia televisiva récord, y tenía que pensar en algo que decir. Ese día de 1969, el astronauta Neil Armstrong estaba a punto de convertirse en el primer ser humano en pisar la Luna. Una cámara de baja resolución, en blanco y negro, enviaba su señal a 500 millones de personas que estaban pegadas a los televisores. Una de cada siete personas del planeta vio cómo se hacía historia.
¿Qué debía decir? Antes de la misión espacial del Apolo 11, amigos y desconocidos dieron sugerencias. Algunos propusieron diversas citas de Shakespeare; otros, versículos de la Biblia. Él también pensó en eso y tenía algunas ideas. Pero Neil no estaba demasiado preocupado. «Pensé que las probabilidades de un alunizaje exitoso eran parejas: cincuenta y cincuenta», dijo en una entrevista posterior. «La mayoría de la gente no comprende lo difícil que fue la misión. Así que no me parecía que tuviera demasiado sentido pensar en algo que decir, por si teníamos que abortar el alunizaje».
«Este es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad», dijo, finalmente. Fue perfecto. Al usar la palabra «humanidad» incluyó a todos en su maravilloso logro.
¿Alguna vez te inquietas por tener que orar ante un grupo o dar tu testimonio en el colegio? Esas cosas pueden hacer que nos pongamos tan nerviosos que no sepamos qué decir. Pero Jesús dice que no nos preocupemos cuando nos encontremos en una situación crítica. «No se preocupen de cómo van a defenderse o de qué van a decir», declara, «porque en ese momento el Espíritu Santo les enseñará lo que deben responder».
Tal vez tus palabras no se vuelvan tan famosas como las de Neil Armstrong; pero, si el Espíritu Santo te ayuda a preparar tu discurso, te saldrá bien. Kim