Dios desea que aprovechemos toda oportunidad para prepararnos debidamente para su obra. Espera que empeñemos todas nuestras energías en su realización, y que conservemos nuestro corazón sensible a la santidad de esa obra y a sus graves responsabilidades.
Muchos que son aptos para hacer una obra excelente, logran poco porque intentan poco. Miles de cristianos pasan la vida como si no tuvieran ningún gran fin que perseguir, ni ningún ideal elevado que alcanzar. Una razón de esto es la baja estima en que se tienen a sí mismos. Cristo pagó un precio infinito por nosotros, y quiere que estimemos nuestro propio valor en conformidad con dicho precio.
No os deis por satisfechos con alcanzar un bajo nivel. No somos lo que podríamos ser, ni lo que Dios quiere que seamos. Dios no nos ha dado las facultades racionales para que permanezcan ociosas, ni para que las pervirtamos en la persecución de fines terrenales y rastreros, sino para que puedan ser desarrolladas hasta lo sumo, refinadas, santificadas, ennoblecidas y empleadas en el fomento de los intereses de su reino.