Primeramente, Cristo produce contrición en quien perdona, y es obra del Espíritu Santo convencer de pecado. Aquellos cuyos corazones han sido conmovidos por el convincente Espíritu de Dios reconocen que en sí mismos no tienen ninguna cosa buena. Saben que todo lo que han hecho está entretejido con egoísmo y pecado. Así como el publicano, se detienen a la distancia sin atreverse a alzar los ojos al cielo, y claman: «Dios, sé propicio a mí, pecador» Lucas 18:13. Ellos reciben la bendición. Hay perdón para los arrepentidos, porque Cristo es «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» Juan 1:29. Esta es la promesa de Dios: «Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana». «Os daré corazón nuevo… Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu». Isaías 1:18; Ezequiel 36:26, 27 (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 12, 13).
Dios tiene ingentes y grandiosos recursos para uso del hombre, y de la manera más sencilla se desarrollará la obra de los agentes divinos. El Maestro divino dice: «Mi Espíritu solo es competente para enseñar y convencer de pecado. Las cosas externas hacen solo una impresión temporal sobre la mente. Yo inculcaré la verdad en la conciencia, y los hombres serán mis testigos. Presentarán en todo el mundo mis requerimientos acerca del tiempo, el dinero y el intelecto del hombre. Todas estas cosas las compré en la cruz del Calvario. Usen los talentos que les he confiado para proclamar la verdad en su sencillez. Difundan el evangelio por todas partes del mundo e inviten a las almas agobiadas a preguntar: «¿Qué debo hacer para ser salvo?». (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 152).
Cuando Cristo dio a sus discípulos la promesa del Espíritu, se estaba acercando al fin de su ministerio terrenal. Estaba a la sombra de la cruz, con una comprensión plena de la carga de culpa que estaba por descansar sobre él como portador del pecado. Antes de ofrecerse a sí mismo como víctima destinada al sacrificio, instruyó a sus discípulos en cuanto a la dádiva más esencial y completa que iba a conceder a sus seguidores: el don que iba a poner al alcance de ellos los recursos inagotables de su gracia. «Y yo rogaré al Padre ‑dijo él‑, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros, le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros». Juan 14:16, 17. El Salvador estaba señalando adelante al tiempo cuando el Espíritu Santo vendría para realizar una obra poderosa como su representante. El mal que se había estado acumulando durante siglos, habría de ser resistido por el divino poder del Espíritu Santo (Los hechos de los apóstoles, p. 39).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
3er. trimestre 2020 “HACER AMIGOS PARA DIOS”
Lección 5: «TESTIFICAR CON EL PODER DEL ESPÍRITU»
Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez