«El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
Mi papá quería que su familia viera el mundo. Así que nos subía en un Ford celeste y nos poníamos en camino. Viajábamos y viajábamos. Parábamos a cargar combustible y seguíamos un poco más. Su idea de tomar vacaciones parecía haberse confundido con el concepto de transportes de larga distancia. Los demás estacionaban y subían a lo más alto del edificio Empire State. Nosotros solo pasábamos enfrente. Creo que mi hermano estornudó y nunca llegó a verlo.
Pasamos por Filadelfia y paramos solo el tiempo necesario para confirmar que la Campana de la Libertad tenía una fisura. Cuando nos dimos cuenta, ya estábamos de nuevo en la carretera.
Tengo que decir que vimos muchas cosas: el Monumento a Lincoln, el monte Rushmore… Recuerdo una gran estatua de Paul Bunyan. Y una secuoya gigante con un túnel en el tronco por donde podías pasar en automóvil. Sin embargo, mientras que mi padre quería mostrarme el mundo, lo que yo realmente quería era ver la televisión. Cuando viajábamos, no podía esperar a llegar al hotel por la noche para poder mirar televisión.
Esperaba esas paradas con tanto anhelo como mi cumpleaños, porque en casa no teníamos televisor (probablemente porque mis padres sabían que no podrían quitarme de enfrente sin una grúa.) Pero esto es lo interesante: no recuerdo nada de lo que vi en la televisión en esos viajes. Bueno, recuerdo una ocasión en que no podía creer que todos los canales estuvieran mostrando una reunión del Congreso, en lugar de algo importante, como dibujos animados. De cualquier forma, los programas que miré han desaparecido de mi memoria. Lo que sí recuerdo es ver el lago del cráter, esperar a que el géiser Old Faithful entrara en erupción y tratar de dormir en una carpa cuando sabía que por allí afuera había osos. Me parece que las aventuras reales son recordadas con más facilidad que los hechos ficticios que vemos en la televisión, en nuestros teléfonos o en los videojuegos y que, por cierto, nada tienen que ver con nuestra vida de verdad. Hoy, trata de apagar tus aparatos electrónicos por un rato. Quizá Dios esté esperando poder mostrarte el mundo. Kim