«Nunca digas: «¡Me voy a vengar!» Mejor deja que el Señor lo haga por ti» (Proverbios 20:22).
William Shakespeare escribe sobre el amor al dinero y las dimensiones del odio en El mercader de Venecia. Shylock es un judío usurero que no goza del aprecio de la sociedad. Su trabajo le ha dado una respetable fortuna. Sin embargo, pierde su razón de vivir después de que su hija escapa con su novio robándole buena parte de su fortuna. Ahora ya no tiene razón de vivir y, cegado por el odio y espíritu de venganza, solamente quiere vivir para matar a Antonio, un mercader venido a desgracia que alguna vez despreció al judío, y a quien Shylock prestó tres mil ducados con la condición de que si no los pagaba, cortaría una libra de su carne más cercana al corazón, todo para vengar las actitudes despectivas del mercader. A pesar de lo absurdo de la paga, se establece el trato y se firma ante un notario. Antonio pierde todas sus inversiones y no puede pagar. Entonces, el usurero exige la paga tal como dice el contrato. El caso va a juicio, donde se dictamina que el usurero Shylock puede cobrar lo estipulado: una libra de carne, pero como solo es carne, no puede derramar una gota de sangre. Ante tal escenario, Shylock pide el doble del dinero, pero su demanda es negada y como no puede hacer cumplir el contrato pierde su fortuna, quedando así sin la vida de Antonio, sin riquezas y sin su hija.
Es increíble cómo hay personas que viven para destruir la vida de otros. No les importa mentir, injuriar o calumniar a los demás; no se detienen ante ningún obstáculo con tal de aplastar a quienes consideran sus enemigos; andan buscando dónde canalizar sus odios y frustraciones. El hecho de haber sufrido una desgracia no justifica las acciones agresivas hacia otras personas. Vivir para destruir al prójimo no vale la pena. «Mucho mejor sería para nosotros sufrir bajo una falsa acusación que infligirnos la tortura de vengarnos de nuestros enemigos. El espíritu de odio y venganza tuvo su origen en Satanás, y solo puede reportar mal a quien lo abrigue. La humildad del corazón, esa mansedumbre resultante de vivir en Cristo, es el verdadero secreto de la bendición» (Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, pág. 19).
El apóstol Pablo dice: «No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor»» (Romanos 12: 19). No permitas que el odio se apodere de tu corazón. Deja que el amor de Dios sane tus heridas y llénate de su Palabra. El Señor dará a cada uno de acuerdo con su justo juicio.
Pide hoy al Señor que elimine los rencores de tu corazón.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2020
«Una Nueva Versión de Ti»
Por: Alejandro Medina Villarreal
Colaboradores: Israel Esparza & Ulice Rodriguez