Eres un joven inteligente; deseas hacer de tu vida algo que al fin te haga apto para el cielo. Con frecuencia te desanimas al encontrarte débil en poder moral, esclavo de la duda y gobernado por los hábitos y las costumbres de tu vieja vida de pecado. Encuentras que tus emociones te son infieles a ti, a tus mejores resoluciones, y a tus más solemnes promesas. Nada parece real. Tu propia inestabilidad te induce a dudar de la sinceridad de los que te quisieran hacer bien. Cuanto más luchas en la duda, más irreal te parece todo, hasta el punto de creer que en ninguna parte hallarás terreno sólido. Tus promesas son como telas de araña, y consideras a la misma luz irreal las palabras y las obras de aquellos en quienes deberías confiar.