La obra de Dios es perfecta como un todo, porque es perfecta en cada una de sus partes, por pequeñas que sean. Dios forma la hojita de pasto con el mismo cuidado con que haría un mundo. Si deseamos ser perfectos, como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto, debemos ser fieles en hacer las cosas pequeñas. Aquello que es digno de ser hecho, es digno de ser bien hecho. Sea cual fuere vuestro trabajo, hacedlo fielmente. Hablad la verdad en cuanto a los más pequeños asuntos. Realizad diariamente actos de amor y hablad palabras de ánimo. Esparcid sonrisas por el sendero de la vida. Al trabajar en esta forma, Dios os dará su aprobación, y Cristo os dirá un día: “Bien, buen siervo y fiel”.*
En el día del juicio, aquellos que han sido fieles en su vida diaria, que han estado listos para ver lo que debían hacer, y lo han hecho, sin pensar en el provecho o la alabanza, oirán las palabras: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.**Cristo no los elogia por las elocuentes oraciones que han pronunciado, por el poder intelectual que han desplegado, o las donaciones liberales que han hecho. Los recompensa por haber hecho cosas pequeñas que generalmente son pasadas por alto. “Tuve hambre, y me disteis de comer”, dice. “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”*** (Youth’s Instructor, enero 17, 1901).