«Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo» (l Tes. 5:11).
Clive S. Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia, vivió la mayor parte de su vida en el campo, cerca de Oxford, Inglaterra. Tenía un jardinero llamado Fred que lo ayudaba con los árboles frutales y la huerta. Fred También tenía otro trabajo. El profesor Lewis era un muy mal conductor; así que Fred lo llevaba adonde él necesitara ir. Fred era un buen hombre, pero era un poco pesimista. En lo relativo al clima, o a cualquier otra cosa, tendía a ver la nube y no la luz de esperanza.
Una vez, cuando Lewis estaba por hacer un viaje en avión, Fred se le acercó con una expresión seria en el rostro: «Profesor Lewis, ¿leyó en el periódico la noticia del accidente de avión? Doscientas personas terminaron calcinadas. ¡Calcinadas!».
Estoy seguro de que las palabras de Fred no ayudaron a su jefe a sentirse más tranquilo en cuanto a viajar en avión.
Nuestras palabras pueden hacer que las personas se sientan mejor o peor. En la Biblia, Pablo les dice a los primeros cristianos que se animen mutuamente. Al parecer, tendían a deprimirse un poco cuando eran amenazados vez tras vez con que serían arrojados a los leones. Pablo sugirió que, en lugar de quedarse rumiando las amenazas de persecución, hablaran unos con otros sobre la bondad de Dios.
Quizá te interese saber que Fred fue la inspiración para el personaje Charcosombrío, del libro La silla de plata, uno de los libros de la serie Las crónicas de Narnia. Este personaje tiene siempre un punto de vista negativo y una personalidad sombría. Quizás a Fred le sorprenda saber que ha inspirado y entretenido a millones de lectores. Quizás, hasta lo haga reír. Pero Io importante no es Fred, eres tú. ¿Decidirás hoy que tus palabras sean de tal naturaleza que animen y motiven a los demás? Si lo haces, te garantizo que serás Fuente de inspiración para otros y estarás poniendo en práctica uno de los llamados que hace la Biblia a todo cristiano. Kim