«Yo hice la tierra, y sobre ella formé a la humanidad. Mis propias manos extendieron los cielos, y di órdenes a sus constelaciones»(lsa. 45:12).
¿Alguna vez acampaste? Si lo hiciste, conoces los dos grandes gozos del campamento. En primer lugar, experimentas la alegría de escapar de las presiones de la civilización a la belleza de la naturaleza. A esto le siguen varios días de gozo de escapar de la naturaleza y regresar a las presiones de la civilización… especialmente la presión del agua caliente. Cualquier duda que hayas tenido en cuanto al valor de la civilización moderna queda rápidamente aclarada en cuanto puedes disfrutar del baño de tu casa.
Pero acampar tiene algo que me sigue atrayendo. La primavera pasada convencí a mi familia de irnos de campamento. «Tengo tantos recuerdos de infancia de vivencias mientras estábamos de acampada», les dije. Lamentablemente, pasé por alto el hecho de que no todos eran buenos recuerdos.
Uno de los recuerdos que volvió a mi mente en esta última salida fue la experiencia de ir a dormir en un colchón inflado y despertar a las dos de la madrugada en un colchón desinflado, con una piedra presionando mi riñón izquierdo.* Bien podría haberme ido a dormir sobre dos lonas.
También me había olvidado de los mosquitos. Siempre me sorprende la desfachatez de estos pequeños insectos: están literalmente tratando de comerte y esperan que no te des cuenta.
Y luego están los baños de campamento. No me importa bañarme en condiciones primitivas, pero prefiero que las arañas no me estén observando mientras lo hago. Sinceramente, no me gusta la actitud que tienen. Actúan como si fueran dueñas de la ducha y les molesta que este gran mamífero torpe invada su espacio personal.
Sin embargo, todo esto no quiere decir que no volveré a acampar. La esperanza de la aventura y el entorno agreste me sigue atrayendo. A veces, una bocanada de aire con perfume a pino, o una vislumbre de las estrellas que Dios ha puesto en el firmamento hacen que todo valga la pena. Sobre todo porque, al acampar, entro en contacto con la naturaleza, y esa gran obra de la creación me pone e contacto con Dios. Kim
Si quieres saber más de esta historia, te la contaré en la lectura del 10 de octubre.