Elena G. de White escribe que aquellos que hacen de Jesús el primero, el último y el mejor en todo, son las personas más felices del mundo. Como la sección anterior hablaba de hacer de Jesús el primero, la pregunta ahora es: ¿Qué significa hacer de Jesús el último?
Pensemos en el siguiente caso: una persona tiene un montón de piedras grandes, otro montón de piedras pequeñas y un montoncito de arena, y tiene que meterlo todo en un mismo frasco. Si al tratar de ponerlo todo en el frasco coloca primero la arena más fina y las piedras más pequeñas, las piedras más grandes no cabrán. Las más grandes deben colocarse primero, seguidas por las piedras pequeñas y luego por la arena, para que rellene finalmente los espacios que hayan quedado libres entre las piedras. En nuestra vida también tenemos que elegir qué será lo más grande, es decir, qué es lo que debemos colocar en primer lugar. Ya que el valor más grande en nuestras vidas debe ser espiritual, estos son los principios que debemos cultivar y alentar en las decisiones de nuestras vidas.
Sin embargo, aunque las piedras sean más grandes, la arena es igual de importante, porque llena el espacio vacío entre las piedras pequeñas y las grandes. Jesús no solo debe ser el más grande para nosotros, sino también el más pequeño y, por lo tanto, el último, componente que lo une todo. No se trata tanto de ponerlo todo, sino de llenar todo el espacio vacío con él. ¿No debería ser Dios la última y más abundante entidad de la que llenamos nuestras vidas?
Las analogías tienen sus limitaciones, por supuesto, pero la cuestión es que no solo es importante hacer de Dios lo primero, sino también considerar todas las decisiones que hemos tomado al final del día, o en un proyecto, en una etapa de la vida, o en toda nuestra vida hasta ahora, y darnos cuenta de que Dios estaba en los espacios más grandes, así como en todos los pequeños espacios de la vida también. No solo debemos preguntarnos si fue Dios la mayor parte de nuestras vidas, sino también si lo fue en cada etapa.
Más allá de establecer la prioridad de las cosas espirituales, poner a Dios de primero y último es hacer de él una parte inseparable de nuestras mentes, corazones, decisiones, pensamientos y nuestras vidas enteras. A menudo relegamos las cosas espirituales a una mera formalidad o intentamos asignar un valor numérico a los elementos de una larga lista sobre lo que debe ser lo primero y lo que no. Más allá de estos intentos humanos, Dios está buscando ser uno con nosotros en cada componente de nuestro tiempo aquí en la tierra y así prepararnos para nuestro tiempo junto a él en el cielo. Anhela ser nuestro primero y nuestro último; nuestro alfa y nuestro omega; nuestro principio y nuestro fin.
Después que hayas repasado el texto que has copiado y resaltado,
¿Qué te parece lo que has marcado o subrayado y relacionado?
¿Qué preguntas te surgen después de haber estudiado dicho pasaje?
¿Cuáles son las partes del pasaje que te parecen más difíciles?
¿Qué otros principios y conclusiones puedes identificar en este texto bíblico?
¿Quizás has hecho de Dios lo primero, pero lde qué manera los hemos hecho también el último en nuestra toma de decisiones?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2020. 1er trimestre 2020 “Cómo descubrir el proposito de Dios para tu vida” Lección 13: «BUSCAD PRIMERO« Colaboradores: Hidai Juarez S & Misael Morillo