«Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse»(2 Tim. 2:15).
¡Llegamos! ¡Hora de levantarse!
Reef se había quedado dormido en el auto. La verdad es que él prefería viajar dormido que despierto. Pero sus padres se habían propuesto arrastrarlo medio dormido al mundo exterior. Estaban de vacaciones en Cornualles, Inglaterra, y habían viajado casi una hora para ver algunas «piedras erguidas», una versión más pequeña de Stonehenge.
Reef no estaba tan entusiasmado como sus padres con aquella parada turística. Menos aún cuando se dio cuenta de que tenía que caminar casi un kilómetro para ver esas piedras llamadas Mên-an-Tol.
—¿Están bromeando? —exclamó al acercarse a tres piedras que ni siquiera le llegaban a la cintura.
La estructura de piedra consistía en dos rocas que parecían postes de una cerca baja. Entre ellas, estaba una piedra circular con un agujero en el medio, como una dona.
Reef sintió que lo habían engañado como turista.
—Un grupo de gansos podría haber construido esto —declaró—. Los constructores ni siquiera tuvieron que mover las piedras por un desierto o algo así. Hay rocas por todas partes.
Su madre y yo no dijimos nada.
—Si esto es algo religioso —siguió diciendo—, los dioses de esta gente no quedaron impresionados. Seguramente dijeron: «Hacemos provisión para ustedes. Ustedes nos adoran, y ¿esto es lo mejor que pueden hacer?»
Es cierto, las piedras no eran muy impresionantes. Sin embargo, lo que hicieron esos antiguos adoradores por sus dioses imaginarios ha durado miles de años y, casi a diario, todavía atrae a gente hacia ese lugar remoto. Me hace pensar en el dicho que dice que solo el trabajo que hacemos para Dios realmente durará. Los pequeños actos de amor y bondad pueden dejar huella por años, aunque sean cosas que cualquier ganso podría hacer. Nosotros adoramos a un Dios que no se deleita con tallas de piedra, sino con palabras y hechos de bondad basados en nuestro amor a él. Esos sí son auténticos monumentos que no decepcionarán a nadie. Kim