Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidias. ROMANOS 13: 13.
Entre todos los seres humanos, los discípulos de Cristo deben ser las personas más honestas. El Dr. Ben Carson, famoso neurocirujano adventista, cuenta lo que ocurrió un día que tuvo que hacer un examen final de psicología por segunda vez, junto con sus compañeros, en la Universidad de Yale. La profesora dijo a los estudiantes que las respuestas del examen anterior se habían quemado accidentalmente y que, por lo tanto, tendrían que hacerlo de nuevo. Después de repartir los nuevos exámenes a los 150 alumnos, salió de la sala.
Antes de que Ben leyera la primera pregunta, escuchó que alguien susurraba con voz audible:
—¿Están bromeando?
No muy lejos de donde estaba, escuchó a una señorita que decía:
—iOlvídenlo! Salgamos y busquemos las respuestas.
Así que ella y su amiga salieron silenciosamente del aula. Inmediatamente las siguieron otros tres. Más y más alumnos siguieron desapareciendo hasta que la mitad de la clase se había ido. Curiosamente, ninguno entregó su examen antes de salir.
Ben no podía creer las preguntas. No solo eran increíblemente difíciles, sino imposibles de responder. Si bien todas contenían algo de lo que los alumnos debían saber de la materia, eran sumamente confusas. Oró pidiendo ayuda para descubrir las respuestas a estas intrincadas preguntas. Durante la siguiente media hora, todos los demás estudiantes se fueron, dejándolo solo. «Al igual que los otros”, dijo, «estuve tentado a irme, pero no podía mentir».
Repentinamente, alguien abrió la puerta, y la mirada de Ben se encontró con la de su profesora. Ella y un fotógrafo del diario Daily News de Yale se acercaron a él y le tomaron una fotografía. Cuando Ben preguntó qué pasaba, su profesora respondió: «Todo fue un experimento. Queríamos saber quién era el alumno más honesto de la clase». Y agregó sonriendo: «Ahora sabemos que eres tú
Todos pertenecemos a la clase de nuestro Maestro. Todos deberíamos ser el alumno más honesto de la clase. Todos deberíamos poder decir, como Jacob: «Así responderá por mí mi honradez mañana, cuando vengas a reconocer mi salario» (Gén. 30: 33). ¿Qué dicen tus hechos, tus palabras, tus compromisos, tus relaciones? ¿Dicen que eres una alumna o un alumno honesto? Aquí se aplica de manera especial lo que dijo nuestro Señor: «Bástale al discípulo ser como su maestro» (Mat. 10:25). Pide a Dios que te ayude a ser como tu Maestro. Honestidad con Dios, con uno mismo y con los demás. Seamos hoy el discípulo más honesto.
Tomado de: Lecturas Devocionales Familiares 2020 «Siempre Gozosos: Experimentando el amor de Dios» Por: Juan O Perla Colaboradores: Augusto Palacios & Silvia Garcia