Vi cómo podía obtenerse esta gracia. Id a vuestro lugar privado, y allí, solos, rogad a Dios: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”.* Sed fervientes, sed sinceros. La oración ferviente aprovecha mucho. Como Jacob, luchad en oración. Sufrid intensamente. Jesús, en el jardín, transpiró grandes gotas de sangre; debéis hacer un esfuerzo. No abandonéis vuestra cámara hasta que os sintáis fuertes en Dios; velad luego, y mientras continuéis velando y orando, podréis dominar estas tentaciones, y la gracia de Dios se manifestará en vosotros.
No permita Dios que yo deje de amonestaros. Jóvenes amigos, buscad al Señor de todo corazón. Acudid con celo, y cuando sinceramente sintáis que sin la ayuda de Dios pereceréis, cuando suspiréis por él como el cervatillo suspira por los manantiales de agua, el Señor os fortalecerá rápidamente. Entonces vuestra paz sobrepasará los límites de toda comprensión. Si esperáis ser salvos, debéis orar. Tomaos tiempo. No seáis precipitados ni descuidados en vuestras oraciones. Rogad a Dios que obre en vosotros una completa reforma, para que moren en vosotros los frutos de su Espíritu y brilléis como luces en el mundo. No seáis un obstáculo ni una maldición para la causa de Dios; podéis ser una ayuda, una bendición. ¿Os dice Satanás que no podéis gozar de la salvación plena y gratuita? No lo creáis.