«No se asusten —les dijo—. Ustedes buscan a Jesús el nazareno, el que fue crucificado. ¡Ha resucitado!No está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron»(Mar. 16:6).
Había dos grupos de personas: los que creían en la historia de John Capes, y los que no. John un soldado de la Marina británica durante la Segunda Guerra Mundial, les había contado que había pedido al capitán de un submarino que se dirigía a Alejandría, Egipto, que le permitiera viajar con ellos hasta su destino. Le dieron un estante de torpedo para que durmiera allí, y fue entonces que una enorme explosión lo lanzó al aire. Pronto sintió un tremendo sacudón cuando el submarino cayó sobre el lecho del mar. De pronto, John estaba en la oscuridad rodeado de cadáveres.
Encontró una linterna. Él y otros dos sobrevivientes se pusieron unos dispositivos de respiración. Su compartimento tenía una escotilla de pero no pudo abrirla hasta que inundó el compartimento abriendo una válvula al mar. Sumergido en las oscuras aguas, luchó por aflojar los tornillos de la escotilla. Entonces empujó a sus compañeros por el agujero. Comenzó el ascenso de cincuenta metros; le dolía todo el cuerpo a causa de la gran profundidad.
En la superficie, de noche, descubrió que estaba solo. Sus compañeros no habían sobrevivido al ascenso. A varios kilómetros de distancia, vio los acantilados de la isla griega de Cefalonia, y comenzó a nadar hacia ellos. Unos griegos lo encontraron sin conocimiento en una playa. Lo protegieron de los nazis durante un año y medio, hasta que pudo ser enviado de incógnito a su país.
Cuando regresó, muchos dudaron de su historia. ¿Cómo podía alguien escapar de un submarino a esa profundidad? ¿Cómo no iban a estar atornilladas las escotillas del lado de afuera? ¿Por qué su nombre no estaba en la lista de tripulantes?
Cincuenta y seis años después, buzos griegos encontraron el submarino. Cerca de él estaba el ancla de la mina italiana que había causado el hundimiento. Lo más interesante para los buzos fue la escotilla de escape abierta de la parte posterior del submarino. Adentro, todo era como lo había descrito John.
Como la historia de John, algunos sienten que la historia de la resurrección de Jesús es difícil de creer. Pero hay una tumba vacía. Y se demostrará que la historia es cierta cuando todo ojo vea a nuestro Salvador regresar.