«Yo les traeré sanidad y medicina; los curaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. Los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí, y perdonaré todas sus iniquidades con que contra mí pecaron y contra mí se rebelaron. Esta ciudad me será por nombre de gozo, de alabanza y de gloria entre todas las naciones de la tierra, cuando oigan todo el bien que yo les hago. Temerán y temblarán por todo el bien y toda la paz que yo les daré». Jeremías 33: 6-9
LA OBRA DE CADA UNO pasa bajo la mirada de Dios, y es registrada e imputada ya sea como señal de fidelidad o bien de infidelidad. Frente a cada nombre, en los libros del cielo, aparecen, con toda exactitud, cada mala palabra, cada acto egoísta, cada deber descuidado, y cada pecado oculto, con todas las tretas arteras. Las admoniciones o reconvenciones divinas despreciadas, los momentos perdidos, las oportunidades desperdiciadas, la influencia ejercida para bien o para mal, con todas sus consecuencias, todo fue registrado por el ángel anotador. La ley de Dios es la regla por la cual los caracteres y las vidas serán probados en el juicio. […] A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él.
Empezando con los primeros que vivieron en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada generación sucesiva, y termina con los vivos. Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y otros rechazados. En caso de que alguien tenga en los libros de memoria pecados de los cuales no se haya arrepentido y que no hayan sido perdonados, su nombre será borrado del libro de la vida.
A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente […] se les habrá inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo. A los que llegaron a ser partícipes de la justicia de Cristo y su carácter puesto en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y serán considerados dignos de la vida eterna.— El conflicto de los siglos, cap. 29, pp. 473-475.