Steve Pete tiene una especie de superpoder: no siente dolor. Le contó a news.com de una vez en que estaba saltando en una colchoneta elástica: Salté de la colchoneta al piso, caí mal, y me rompí varios huesos del brazo derecho. Yo no sentí nada de dolor, pero había un hueso que salía hacia afuera, lo cual era un buen indicio de que la cosa era grave». El problema con su superpoder es que él se lastima mucho más que un niño promedio. Si le preguntas cuántos huesos se ha quebrado, él calcula que entre setenta y ochenta.
No siente nada con ninguna fractura. Ni siquiera se preocupaba por ir al médico por fracturas menores. «Si era un dedo del pie o de la mano, yo lo arreglaba por mi cuenta», le contó a la revista Wired, moviendo el dedo índice. «Cinta de embalar».
Recuerda una vez en que se estaba deslizando por unas pendientes nevadas: «Hice un escorpión, donde comienzas con una carrera y saltas sobre el deslizador. Se supone que hay que caer sobre el estómago, pero yo caí en un ángulo equivocado. Me fui de cara por la pendiente, y mis piernas pasaron por arriba de mi cabeza.
Pete se levantó, siguió deslizándose, y durante ocho meses siguió con su vida como de costumbre. Pero entonces, comenzó a notar que el movimiento del brazo y el hombro izquierdos se sentía raro. Su espalda también se sentía extraña. Cuando fue a ver a un médico, él miró las radiografías con curiosidad. «¿Tuviste un accidente automovilístico hace como seis meses?», le preguntó el médico. «¿Te tiraste en paracaídas?»
Al final, Steve se había roto la espalda y ni siquiera lo sabía.
A nadie le gusta el dolor, pero es necesario porque nos alerta de que hay un problema para que hagamos algo antes de que empeore. Por eso, porque tú sí sientes el dolor, tienes muchos menos huesos rotos que Steve.
Por ahora, el dolor nos avisa para evitar situaciones peligrosas. Nos protege en un mundo pecaminoso. Pero pronto llegará el día en que viviremos en un lugar mejor. Y en ese lugar, no sentir dolor será el menor de nuestros superpoderes.Kim
«Ya no habrá […] dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir» (Apoc. 21:4).