Pero yo os digo: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen». Mateo 5: 44
Que Carlos salude con una sonrisa amable a su buen vecino José, o que Pedro bese con amor a su buena esposa Carmen, no tiene, en realidad, nada de extraordinario. Lo lógico es que los amigos se ayuden entre sí, se respeten y se amen. Lo normal es que los esposos expresen físicamente el amor profundo que los une. Es interesante notar que en medio de las guerras más destructivas se han producido los más dramáticos ejemplos de amor y solidaridad entre compañeros de milicia. Sabemos de soldados que se han arrastrado hasta una trinchera, en medio del fuego mortal y de la destrucción más salvaje, para rescatar, a costa de su propia vida, a un compañero malherido. Sé que has escuchado muchas veces esta pregunta, pero te la hago otra vez, porque quiero que reflexiones en este contexto. ¿Te has puesto a pensar en lo que ocurriría si, de pronto, todos los seres humanos decidieran no solo amar a sus amigos, sino también a sus enemigos? En un instante se resolverían todos los conflictos familiares, conyugales, nacionales, económicos, militares y sociales. Ya no habría más guerras en el mundo, ni violencia en nuestras calles. Los soldados tirarían sus fusiles para abrazar a sus adversarios. Las armas, desde un simple puñal hasta una destructiva bomba nuclear, desaparecerían de la faz de la tierra. Y la utopía de la paz mundial sería por fin una realidad.
Jesús, el Príncipe de paz, nos instó a amar a nuestros enemigos. Es sumamente difícil, pero, si todos lo intentáramos, el círculo de amor de la humanidad se extendería por todo el mundo; convirtiéndolo en una casa de armonía y paz. Recuerda:
Lo generoso que Dios ha sido contigo.
Que él se relaciona con nosotros aun cuando lo ofendemos.
Que «él es bondadoso con los ingratos y malvados» (Lúe. 6: 35).
Todos somos hijos de Dios.
El amor es un principio. Amamos a las personas no porque nos gusten, no porque lo que hacen nos atraiga, no porque posean alguna distinción, sino porque Dios lo ha mandado. Amamos a cada persona porque Dios la ama.
¿Por qué seguir ampliando el círculo del odio y no el círculo del amor? El odio y la amargura no pueden curar el temor; solamente el amor puede hacerlo. El odio paraliza la vida; el amor la libera. El odio oscurece la vida; el amor la ilumina. Extiende hoy tu círculo de amor.
Tomado de: Lecturas Devocionales Familiares 2020 «Siempre Gozosos: Experimentando el amor de Dios» Por: Juan O Perla Colaboradores: Augusto Palacios & Erika de la Cruz