«Pero la parte del Señor es su pueblo, la porción de su herencia es Jacob: lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del desierto; lo envolvió en sus brazos y lo protegió, lo cuidó como a la niña de sus ojos; como un águila que revolotea sobre el nido y anima a sus polluelos a emprender el vuelo, así el Señor extendió sus alas, lo tomó y lo llevó sobre sus plumas». Deuteronomio 32: 9-1 1 , LPH
CRISTO QUIERE que estén representados en su iglesia en la tierra el orden celestial, el plan de gobierno celestial, la armonía divina del cielo. Así queda glorificado en los suyos. Mediante ellos resplandecerá ante el mundo el Sol de Justicia con un brillo que no se empañará. Cristo dio a su iglesia amplios medios, a fin de recibir ingente rédito de gloria de su posesión comprada y redimida. Ha otorgado a los suyos talentos y bendiciones para que representen su propia suficiencia. La iglesia dotada de la justicia de Cristo es su depositaria, en la cual las riquezas de su misericordia y su gracia y su amor han de aparecer en plena y final manifestación. Cristo mira a su pueblo en su pureza y perfección como la recompensa de su humillación y el suplemento de su gloria, siendo él mismo el gran centro, del cual irradia toda gloria.— El Deseado de todas las gentes, cap. 73, p. 649.
El plan que Dios se propone llevar a cabo hoy, mediante su pueblo, es el mismo que deseaba llevar a cabo mediante Israel cuando lo sacó de Egipto. Contemplando la bondad, la misericordia, la justicia y el amor de Dios revelados en la iglesia, el mundo ha de obtener una representación de su carácter. Y cuando la ley de Dios quede así manifestada en su vida, el mundo reconocerá la superioridad de los que aman, temen y sirven a Dios por encima de todos los demás habitantes de la tierra. Los ojos del Señor observan a cada uno de sus hijos; él tiene planes para cada uno de ellos. Él se propone que quienes practiquen sus santos preceptos constituyan su pueblo peculiar.— Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 21.