Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser visto por los hombres. De cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mateo 6: 5
El ser humano es tan defectuoso que hasta en las cosas sagradas incluye sus defectos. Nuestro Señor se refirió a los fariseos, a quienes les encantaba orar de pie, con las manos levantadas, con palabras muy bien dichas y con una duración muy respetable. También elegían «muy bien» el lugar para causar una buena impresión: la sinagoga, o las esquinas de las calles. Lo que querían era «ser vistos por los hombres», para que todos supieran cuán buenos, cuan fieles, cuan fervientes hijos de Dios eran. Nuestro Señor dijo: «De cierto os digo que ya tienen su recompensa» (Mat. 6: 5). Su recompensa la recibían de «los hombres», quienes tenían muy buena opinión de ellos.
En cambio, los cristianos, que oran mucho, lo hacen en secreto. Lo hacen en su cámara secreta, en el campo, en la soledad, porque su única preocupación es que su Padre oiga. Por eso, su recompensa la recibirán de él. El cristiano que no ora es la persona más extraña que se pueda uno imaginar. Porque no se puede ser cristiano sin mucha oración. Es «el aliento del alma», el oxígeno, el hálito de vida que mantiene vivo al cristiano. Si queremos disfrutar de la oración, como Jesús, o como Daniel, a quien ni la amenaza de muerte le impidió orar tres veces al día, aquí hay cinco secretos que haríamos bien de tener en cuenta.
Primero: Recuerda mantener una continua y creciente relación de amor con Dios.
Segundo: Si no oras tanto como quisieras, recuerda que aun en nuestra falta de oración podemos estar hambrientos de Dios, y esa hambre misma es una oración. Mary Clare Vincent llamó a eso «la oración del deseo».
Tercero: No te afanes por la oración, aunque esto parezca contradictorio. Hay quienes se esfuerzan tanto por orar que les da indigestión espiritual.
Cuarto: Puedes orar en cualquier lugar y en cualquier posición. Si tomas el consejo de algunos de que toda oración debe ser de rodillas, tu tiempo de oración disminuirá drásticamente. El salmista aconseja meditar «en vuestros corazones aun estando en vuestras camas» (Sal. 4:4).
Quinto: Habla con Dios con toda sinceridad, sin temor de lo que ocurre en tu interior. Quizá libras una batalla interior contra la ira, la lujuria, el orgullo, la gula o la ambición; eleva tu desobediencia y ponía también en los brazos del Padre.
Ora hoy, porque orar «es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como quien habla con un amigo».
Tomado de: Lecturas Devocionales Familiares 2020 «Siempre Gozosos: Experimentando el amor de Dios» Por: Juan O Perla Colaboradores: Augusto Palacios & Erika de la Cruz