Mediante la fe y la oración, todos pueden cumplir los requerimientos del Evangelio. Ningún hombre puede ser obligado a pecar. Primeramente debe ser ganado su propio consentimiento; el alma debe proponerse el acto pecaminoso antes de que la pasión pueda dominar a la razón o la iniquidad triunfar sobre la conciencia. La tentación, por fuerte que sea, no es nunca excusa para pecar. “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos.
Clama alSeñor,almatentada.Echate,impotente,indigna, en brazos de Jesús, y echa mano de su auténtica promesa. El Señor oirá. El sabe cuán fuertes son las inclinaciones del corazón natural, y ayudará en cada momento de tentación.
¿Has caído en pecado? Busca entonces sin demora a Dios, para obtener misericordia y perdón… Todavía se extiende la misericordia al pecador. El Señor nos llama en todos nuestros extravíos: “Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones-Testimonios para la Iglesia 5:177.