«Pero en mi corazón recapacito, y eso me devuelve la esperanza. Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado!». Lamentaciones 3: 21-22, RVC
TAL VEZ NO SEPAMOS cómo el Señor nos ayuda; pero lo que sí sabemos es que nunca faltará su ayuda para aquellos que hayan puesto su confianza en él.— Profetas y reyes, cap. 46, p. 385.
El amor de Dios hacia la especie caída es una manifestación peculiar de amor: un amor nacido de la misericordia; porque todos los seres humanos son indignos
de su amor. La misericordia implica imperfección del objeto hacia el cual se manifiesta. Se debe al pecado que la misericordia entró en ejercicio activo.[…]
Los ángeles observan con reverente admiración la misión de Cristo en favor del mundo. Quedan maravillados ante el amor que lo movió a darse a sí mismo como sacrificio por nuestros pecados. Pero los seres humanos ¡con cuánta liviandad consideran lo que él adquirió con su sangre!— Testimonios para la iglesia, t. 7, pp. 251-253.
Aquellos con quienes nos relacionamos día tras día necesitan nuestra ayuda, nuestra dirección. Pueden hallarse en tal estado emocional que una palabra pronunciada en sazón será como un clavo puesto en lugar seguro. Puede ser que mañana algunas esas personas se hallen donde no se las pueda alcanzar. ¿Qué influencia ejercemos sobre esos compañeros de viaje?— Profetas y reyes, cap. 29, p. 234.
El Dios a quien servimos es bondadoso; «porque nunca decayeron sus misericordias» (Lam. 3: 22). Durante todo el tiempo de gracia, su Espíritu suplica a los seres humanos que acepten el don de la vida. […] El gran propósito de Satanás es inducirnos a pecar, y dejarnos luego, sin defensa ni esperanza, pero con temor de ir en busca de perdón. Pero Dios nos invita: «¿O se acogerá alguien a mi amparo? ¡Que haga conmigo paz!, ¡Sí, que haga la paz conmigo!» (Isa. 27: 5). Por medio de Cristo han sido tomadas todas las medidas necesarias, y se nos ofrece la más grande esperanza.— Ibíd. , cap. 27, pp. 219-220