Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. GÉNESIS 45: 5
Quizá hayas escuchado el dicho: «Con amigos así, no hacen falta enemigos» Es posible que un cristiano que atraviese las aflicciones por las que pasó José se sienta tentado a decir: «Con un Dios así, no hace falta un Dios». ¡Qué difícil fue la vida de José! Su mamá murió cuando todavía era un niño. Quizá tú hayas sufrido también ese dolor. En ese caso, te identificas con José. Hallaba consuelo, amor y apoyo en su padre, pero su vida familiar estaba marcada por la infelicidad. Era natural que José esperara encontrar consuelo y apoyo en sus hermanos, pero lo único que encontró fue envidia, crítica, burla y odio. Seguramente nosotros no podemos ni siquiera comenzar a imaginar lo que significó para José ser vendido como esclavo por sus hermanos. Este párrafo nos lo dice todo: «Llegar a ser esclavo era una suerte más temible que la misma muerte» (Patriarcas y profetas, p. 212). ¿Podemos imaginar algo más terrible que la misma muerte? Difícilmente. Pero José lo sabía porque había visto a los esclavos, y sabía bien que morir era una suerte más dulce que la esclavitud. ¿Por qué le ocurre eso a un siervo de Dios? ¿No se supone que el hijo Dios vive protegido por su Padre celestial? ¿Qué quiso decir Dios en el Salmo 105: 15: toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas » ?
En este caso, como en muchos otros, conviene más la humilde aceptación de las promesas generales de Dios y la aceptación de que su plan personal para cada uno no siempre sigue el guión general. José lo supo al final de su increíble odisea. Al final, feliz de su dolorosa prueba, dijo a sus hermanos: » Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros» (Gén. 45: 5). Increíble, ¿verdad? No fueron sus celosos, crueles y criminales hermanos quienes enviaron a José al cautiverio egipcio, sino Dios.
Siempre se preguntarán los cristianos por qué Dios eligió el método más duro y terrible para llevar a cabo la salvación de millones de personas de la hambruna mundial que padeció «toda la tierra» en tiempos de José. Nunca sabremos por qué envió a su siervo, a su «redentor», por la vía de la esclavitud, cuando nuestros «iluminados» ojos dicen que había otros caminos más fáciles. Si Dios es nuestro Padre —y lo es—, si nos ama que nuestros padres terrenales —y así es, en efecto—, entonces el camino que Dios elige para enviar a José al trono egipcio es el mejor, el que nosotros elegiríamos si pudiéramos ver el fin desde el principio.
Tomado de: Lecturas Devocionales Familiares 2020 «Siempre Gozosos: Experimentando el amor de Dios» Por: Juan O Perla Colaboradores: Augusto Palacios & Erika de la Cruz