Los jóvenes deberían tener ideas amplias, planes sabios, para sacar el mayor provecho de sus oportunidades e imbuirse de la inspiración y el valor que animaban a los apóstoles. Juan dice: “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno”. Se presenta a los jóvenes una norma elevada, y Dios los invita a emprender un verdadero servicio por él. Los jóvenes de corazón recto que se deleitan en aprender en la escuela de Cristo, pueden hacer una gran obra por el Maestro si tan sólo quieren prestar oído a la orden del Capitán, tal como ha resonado a lo largo de las filas hasta nuestro tiempo: “Portaos varonilmente, y esforzaos”.
Habéis de ser hombres que anden humildemente con Dios, que permanezcan delante de él con la virilidad por él impartida, libres de impureza, libres de toda contaminación, de la sensualidad que corrompe a esta época. Habéis de ser hombres que desprecien toda falsedad y maldad, que se atrevan a ser veraces y valientes, que mantengan en alto el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel. Vuestros talentos aumentarán a medida que los uséis para el Maestro, y serán considerados preciosos por Aquel que los compró a un precio infinito. No os sentéis ni dejéis de hacer algo simplemente por no poder hacer algo grande; antes bien, haced todo lo que os viniere a la mano para hacer, en forma cuidadosa y enérgica…