Tener la religión de Cristo significa que habéis entregado a Dios, de un modo absoluto, todo lo que sois y tenéis, y que habéis consentido en ser guiados por el Espíritu Santo. Mediante el don del Espíritu Santo se os dará poder moral, y no sólo tendréis los talentos que anteriormente se os habían confiado para el servicio de Dios, sino que la eficiencia de los mismos será grandemente multiplicada. La entrega de todas las facultades a Dios simplifica mucho el problema de la vida. Debilita y abrevia mil luchas con las pasiones del corazón natural. La religión es como un cordón de oro que liga a Cristo las almas tanto de los jóvenes como de los ancianos. Mediante ella, los voluntarios y obedientes son llevados en salvo a la ciudad de Dios, através de senderos oscuros e intrincados. Hay jóvenes que sólo tienen aptitudes comunes, y sin embargo, mediante la educación y la disciplina, con maestros que actúen de acuerdo con principios puros y elevados, pueden salir del proceso de preparación aptos para ocupar algún puesto de confianza al cual Dios los ha llamado. Pero hay jóvenes que fracasarán porque no han resuelto vencer las inclinaciones naturales y no están dispuestos a prestar oídos a la voz de Dios registrada en su Palabra. No han levantado alrededor de su alma barricadas contra las tentaciones ni han resuelto cumplir con su deber, a todo riesgo. Se asemejan a aquel que al emprender un viaje peligroso rehúsa toda guía e instrucción por las cuales pudiera evitar accidentes y ruina, y avanza por un camino de destrucción segura.