«Ciertamente, la palabra del Señor es recta; todo lo hace con fidelidad. El Señor ama la justicia y el derecho; la tierra está llena de su misericordia».
33: 4-5, RVC
DESDE LOS ASTROS que en su desplazamiento por el espacio siguen milenio tras milenio los derroteros que les fueron asignados, hasta el diminuto átomo, todo en la naturaleza obedece a la voluntad del Creador. Dios cuida y sostiene todo lo que creó.
El que sustenta los innumerables mundos diseminados por la inmensidad del universo, también protege al gorrioncillo que entona inocentemente su humilde trino. Cuando los hombres y las mujeres cumplen con sus labores cotidianas, o cuando están orando; cuando se acuestan por la noche o se levantan por la mañana; cuando el rico se sacia en su mansión o cuando el pobre reúne a sus hijos alrededor de su escasa mesa, el Padre celestial está ofreciendo su amorosa protección a todos y cada uno de ellos.— El camino a Cristo, cap. 10, pp. 126-127.
Continuamente Dios sostiene y emplea como ministros suyos todo lo que él ha creado. El actúa por medio de las leyes de la naturaleza, que le sirven de instrumento, pero ellas no actúan automáticamente. En la naturaleza se pone de manifiesto una presencia inteligente y la intervención activa de un Ser que actúa en todo y por todo según su voluntad […].
No es por medio de un poder inherente como año tras año la Tierra suministra sus dones y sigue su marcha alrededor del Sol. La mano del Infinito trabaja perpetuamente para guiar el planeta. El poder de Dios, en constante ejercicio, hace que la Tierra conserve su posición en su rotación y traslación. Es Dios quien dispone que el sol salga y se levante en los cielos. Es Dios quien abre las ventanas de los cielos y da la lluvia […]. Por el poder de Dios crece la vegetación, despunta la hoja, se abre la flor, madura y se madura la fruta.— El ministerio de curación, cap. 35, pp. 292-293.