«El ángel de Jehová acampa alrededor de los que lo temen y los defiende.
Gustad y ved que es bueno Jehová. ¡Bienaventurado el hombre que confia en él! Temed a Jehová vosotros sus santos, pues nada falta a los que lo temen».
Salmo 34: 7-9
POR MEDIO DE LA FE, llegamos a conocer a Dios a través de un conocimiento experimental De manera que, cada cual, a través de su experiencia propia, puede atestiguar «que Dios es veraz» (Juan 3:33). Puede dar testimonio de aquello que él mismo ha visto y oído y sentido del poder de Cristo. Su testimonio será:
«Yo necesitaba ayuda, y la encontré en Jesús. Él suplió todas mis necesidades, y calmó la sed de mi alma; para mí la Biblia es la revelación de Cristo. Creo en Jesús porque él es mi divino Salvador. Creo en la Biblia porque he descubierto que ella es la voz de Dios en mi alma».
Es nuestro privilegio poder alcanzar alturas cada vez mayores de un discernimiento más claro del carácter de Dios. Cuando Moisés imploró: «Te ruego que me muestres tu gloria» (Éxo. 33: 18), el Señor no lo reconvino, sino que le concedió su petición. Dios le declaró a su siervo: «Voy a darte pruebas de mi bondad, y te daré a conocer mi nombre. Y verás que tengo clemencia de quien quiero tenerla, y soy compasivo con quien quiero serlo». (Éxo. 33: 19, NVI). Es el pecado lo que entenebrece nuestras mentes y opaca nuestras percepciones. Según se va eliminando el pecado de nuestros corazones, la luz del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo que ilumina su Palabra y se refleja en la faz de la naturaleza, más y más lo declarará ser «misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad» (Exo. 34: 6). En su luz veremos nosotros la luz (Sal. 36: 9), hasta que mente, corazón y alma sean transformados a la imagen de su santidad.— Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 334-336.