De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Romanos 8:26, 27
Nuestro capítulo nos habla de otra clase de gemidos, que provienen de lo más profundo de tu corazón, inspirados por el Espíritu Santo: «También nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos […] esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo» (Rom. 8:23). Ese gemido por «la redención de nuestro cuerpo» tendrá más paciencia cuanta más esperanza albergue el corazón. Esa redención del cuerpo, con todo lo que implica, es el deseo más supremo de tu alma, y tus oraciones diarias deben ser guiadas por esa pasión. Pero la llama de la esperanza se apaga fácilmente, como una vela al viento, por la fatiga de la vida, por nuestras mezquindades y limitaciones. Ni siquiera sabemos qué pedir, cómo orar. Por eso necesitamos orar por el Espíritu Santo, para que ruegue por nosotros.
Las palabras son pobres. Nuestro sufrimiento se expresa mejor en un sollozo y una lágrima que en palabras débiles. Encontramos el amor en la luz de una mirada, en un apretón de manos, no en las palabras vacías. Así también, el gemido del corazón por la redención es » indecible», no se expresa en palabras. Es un signo de la voz del Espíritu Santo en nuestra conciencia. El que escudriña el corazón conoce el significado de las oraciones no verbalizadas del Espíritu. Dios insufla en nosotros ese deseo por él, para luego satisfacerlo. ¡Que no nos venza el sueño de la muerte! ¡Que nuestra oración mantenga encendida la lámpara de la esperanza (Mat. 25)! ¡Que nuestro corazón advierta que el Espíritu Santo lo está llamando! La verdad no descansa en una doctrina,
Sino en el corazón advertido por la conciencia santificada. Cuando leemos la Palabra, la razón le dice al corazón: ¡ábrete!; porque a menos que se abra a la influencia del Espíritu, nuestro ser no tendrá pasión por Jesús, y las oraciones serán huecas, como «metal que resuena, o címbalo que retiñe» (1 Cor. 13:1). Oración: Señor, enciende en mí la esperanza.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur.
Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano