Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo […] en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia. Efesios 1:3, 7
Hace unos días conversé con una chica de 17 años que a menudo se cortaba los brazos y las piernas. Esta criatura luchaba sola para mantenerse de pie en medio de una familia que la aborrecía. Su madre le decía que era lo peor que le había pasado en la vida, y su padre le decía que la odiaba.
¿Cómo escuchar el dolor de una joven aborrecida y decirle luego que Dios la ama? Ante su confesión, me fueron inútiles las credenciales pastorales. ¡Ella no sabía cómo ahogar su culpa! Luego de escucharla, estalló en mi cabeza el recuerdo de los cananeos que tres mil años atrás cumplían este mismo rito: se cortaban para frenar la ira de los dioses. ¡Era «su costumbre»! (1 Rey. 18:28). Todos los cultos paganos tienen este común denominador: sacrificarse hasta la sangre para saciar la ira de los dioses. Ahora yo tenía frente a mí a una chica que cumplía aquel mismo rito milenario. La naturaleza humana no cambia. Los dioses oscuros no cambian. El instinto humano pregunta qué hay que hacer para frenar la ira de los dioses. La ansiedad, la desesperación, la minusvalía, la angustia, el dolor nos lleva a sacrificarnos en el altar de los dioses antiguos, para calmar su ira, para agradarles. ¡Cuántas cosas malas hacemos contra nosotros mismos para agradar a quienes no les importamos!
¿Cómo hablarle de Jesús a quien se hería diariamente? Le dije que no necesitaba cortarse como para castigarse por lo mal que se sentía. Dios no le pedía ningún sacrificio. Dios ya había hecho ese sacrificio. ¡En esto consiste la verdad! ¡Dios proveyó el Cordero! Esta fue la gran enseñanza para Abraham. Ninguna religión que te pida algo para que Dios te acepte es la verdadera religión de Jesús. Él no te pide nada; solo pide tu corazón. Jesús hizo todo por ti. Tú no tienes nada que hacer para agradar a tu familia o a tus amigos. No tienes que flagelarte para buscar el favor de Dios. No tienes que arrepentirte de nada, ¡Sino solo ir a él! Por eso, Pablo dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo».
Oración: Gracias, Jesús, porque eres mi Sacrificio.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur.
Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano