Los lavaré con agua pura, los limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos. Ezequiel 36: 25, DHH.
Mientras estaba en América del Sur, pude viajar a una de las cataratas más asombrosas del mundo: las cataratas del Iguazú. Están ubicadas en la frontera entre Brasil y Argentina. Cuando llegas, hay varios senderos para recorrer, y cada uno ofrece una gran vista de las cataratas. Incluso hay algunas pasarelas que te llevan hasta el borde mismo donde cae el agua. Si quieres un primer plano de las cataratas, puedes abordar una lancha que te llevará hasta el lugar donde chocan contra el fondo. Luego de comprar nuestros boletos para la lancha, nos dieron un paquete que contenía un impermeable. ¡Aparentemente nos íbamos a mojar!
Pronto salió la lancha y aceleró hacia la base de las cataratas. Al acercarnos, notamos un aumento de la neblina en el aire. Al acercarnos más, se convirtió en una llovizna tupida. Unos momentos después se sentía como lluvia torrencial. La lancha se acercó aún más a la base de las cataratas, y la lluvia se convirtió en una tormenta con gotas que nos golpeaban con fuerza. Finalmente la lancha llegó lo más cerca que podía, a solo unos metros de donde las cataratas caían. Estuvimos allí solo por unos pocos momentos intensos, pero experimentamos condiciones similares a las de un huracán. El agua nos golpeaba muy fuerte, y aunque teníamos puestos los impermeables, cuando volvimos a tierra firme descubrimos que toda nuestra ropa estaba completamente empapada. Una cosa es cierta: ¡luego de eso nos sentimos muy limpios!
Todos usamos el agua para lavarnos, pero Dios usa el agua en la Biblia como un ejemplo de cómo él puede limpiarnos de las impurezas. Nacimos como pecadores en este mundo, pero Dios nos ofrece una manera de ser limpios cuando nos arrepentimos y le pedimos perdón. Pídele a Dios que te dé un corazón limpio hoy y, si es el deseo de tu corazón, que te inspire a ser bautizado con agua.