Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. Salmo 91: 11, RV60.
Cuando estudiaba en Francia, en uno de los recesos decidimos hacer un viaje de diez horas en tren hasta Atenas, Grecia. El problema era que tendríamos que cruzar Yugoslavia, un país que estaba en guerra. Sé que esto no suena como una gran idea, pero cuando pregunté, me dijeron que no sería problema. Me permitirían pasar si tenía una visa de tránsito, un permiso especial que me permitiría cruzar el país sin salir en ningún momento del tren. Estaba viajando con algunos amigos, y decidimos intentarlo.
Al acercarnos a la frontera con Yugoslavia, el tren disminuyó la velocidad hasta que paró. Un grupo de policías y soldados subieron y revisaron cuidadosamente cada centímetro del vagón y nuestros documentos. Nosotros teníamos los documentos necesarios, así que no estábamos demasiado preocupados. Finalmente el tren continuó la marcha, pero una hora después volvió a parar, esta vez en medio de un campo. Nuevamente, un grupo de soldados subió, realizó otra revisión del tren e inspeccionaron los documentos de todos. Pronto volvimos a ponernos en marcha, pero una hora después paramos una vez más. Cada vez que el tren paraba, permanecíamos sentados durante algunas horas mientras los soldados revisaban todo. Por fin llegamos a Atenas, pero lo que debería habernos llevado diez horas terminó llevándonos cincuenta y dos. ¡Más de dos días completos!
Estábamos un poco nerviosos por cruzar Yugoslavia, pero sabíamos que los ángeles de Dios nos estaban cuidando. Déjame decirte que no hay ejército ni reino en el mundo que tenga poder contra Dios o su pueblo. Pídele a Dios que supervise todo lo que haces, y todo lugar al que vayas.